En fin, como fue la primera vez no queria dejar pasarlo.
ALAN PARSONS - MAY BE A PRICE TO PLAY
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LP - LOST ON YOU
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Podría haber seguido con más opciones pero lo breve si es bueno, dos veces bueno.
Lenny Kravitz además de un hacedor de singles de éxito, es también creador de grandes canciones. Selecciono algunas que para mi gusto confluyen con esas dos características de forma breve en un TOP 10 porque en una discografía tan extensa me perdería eligiendo.
Encontrarme con un relato realizado un día luego de la muerte de Maradona y emocionarme de nuevo. Y no poder evitar el transcribirla en el blog. Me queda para retenerla y revisitarla con el pasar del tiempo.
Luciano Sebastián
Nov 26, 2020
El Diego se murió ayer y sé que nunca, pero nunca me voy a olvidar el momento en que me enteré. Van a pasar 60 años y todavía voy a recordar que estaba investigando diarios de la década del 70 y mientras me distraía en Instagram lo vi. “No puede ser”, dije. Y me fijé en la computadora para confirmar que sí era, que el Diego se había muerto hacía tres minutos. Me voy a acordar como me acuerdo cuando se murió Gilda o Rodrigo o, por qué no, cuando se murió Kirchner.
Casi como en piloto automático le mandé el primer Whatsapp a un amigo, el único periodista deportivo de verdad que conozco, y le dije que el Diego se murió, que no lo podía creer. Que sí, me contestó, que había dejado de cocinar. Estaba tan helado como yo. Dejé de hacer lo que estaba haciendo porque no podía ser lo que había pasado ¿Cómo se iba a morir el Diego? Si era inmortal el desgraciado, entrar y salir del hospital era parte de su rutina hacía 25 años. Y se había muerto nomás, de una vez y para siempre.
Yo nunca fui maradoniano y no lo fui por varias razones. Primero, porque no se puede tener una adolescencia gallina y no detestar a un hincha de Boca, y más al gordo fanfarrón y jetón que cantaba desde el palco de la bombonera en cada clásico. Tampoco lo fui por todos lo que festejaban todo lo que decía. Y mucho menos lo fui porque mis viejos me dijeron que tenía que serlo, ni porque quedaba bien con los kumpas. No hay desgracia peor que querer a alguien para ser aceptado por los demás.
Así y todo, un día lo entendí. No puedo recordar tal día y no es que importe. En realidad, Fue más bien un proceso. Fue ver a Diego siendo Diego en todas partes, en todo momento. Fue darme cuenta que pasaran los años que pasaran era siempre él. Fue verlo en sus contradicciones siempre llamativas, pero (también llamativo) siempre del lado de la gente.
Vivió mil vidas. Fue el genio de la pelota, el barrilete cósmico, una de las pocas populares alegrías de la década del 80, fue el ídolo adoptado de Boca, fue el salvador del Nápoli, fue el picante, fue pelusa, fue la gambeta, fue la revancha ficticia frenta a la guerra real. También fue el gordo, el pésimo DT, el opinador, el tirafrases, fue el machista, el que coqueteó con su parte homosexual, fue el ídolo, fue todo lo que pudo ser, todo lo que le dio el tiempo.
La muerte tiñó de tristeza el día. Es hoy (y va a ser durante unos días más) la tristeza de millones. Las manifestaciones se ven por cualquier parte, desde la calle hasta en las redes. Los monolitos improvisados, las fotos y videos en las redes, los mensajes acá y allá; el velorio y las caravanas; las lágrimas, todo es Diego, todo.
Es también los escraches del feminismo que condena y señala en Diego todo lo que está mal, que quiere atornillarle al prójimo una cancelación de prepo. El extraño karma de los ídolos de los que se esperan maravillas y ejemplos bíblicos, como si fuesen algún extraño Dios católico. Que le exige a los famosos eso que no le exige ni a su pareja, ni a sus amigos, ni ¿por qué no? A los propios acusadores. El reclamo al Diego es, ante todo, el reclamo que no se le pudo hacer a alguien antes. Porque no le reclamamos a aquella pareja de mierda que tuvimos, ni a nuestro tío machista, ni al amigo pelotudo, ni al primo pajero, ni a la amiga que evangeliza con no juzgar el cuerpo femenino, pero a los diez minutos está haciendo chistes de pijas porque ahí se acaba la moral.
Elijo recordar y conmoverme con el Diego de verdad, el que él veía en si mismo. Sabía que era el mejor jugador y no mucho más. Después sabía que era él mismo. El villero de Villa Fiorito que se hizo millonario y que después de eso no la careteó. Elijo quedarme con la contradicción. Elijo creer, como muchos, que fue un dios. Pero un dios griego, lleno de cagadas, lleno de egoísmo, lleno de grandeza y de humanidad. Un dios que también podía morir y lo hizo para seguir la leyenda popular que era.
Me interesa esquivar la cancelación y la idolatría para contemplar la contradicción. Aquella que todos llevamos de acá para allá, aquella que nos persigue y nos atormenta. Aquella que tenemos, aquella con la que no sabemos qué hacer. Aquella misma contradicción que no le permitimos a Diego que tuviera.
Quizás sea un buen momento para mirarse en el espejo.
Le "robo" música a mi hija mayor de sus listas de Spotify desde hace tiempo. Tiene buen gusto musical como el papá, con la mejora de tener menos prejuicios y así escuchar de todo, cosa que valoro en toda esta nueva juventud.