El currículum le juega en contra a Woody Allen. Toda nueva obra pasa por el filtro de su genial filmografía porque existen varios Allen. El de las obras maestras, el de las comedias ingeniosas, el dramático, el mainstream. El que hace las cosas de taquito con el resto de ideas y talento que quedan luego de 40 películas propias.
Pero Woody aún en su vejez casi senil sabe narrar como pocos hoy en día. Entonces Cassandra’s Dreams se hace un paseo por el más rústico y amargo Woody posible. Uno auténtico, fatal, mediocre y por qué no genial. Me atrevería a decir que este es un nuevo director que cuida la fotografía y el ritmo como nunca (no hay tiempos muertos en sus últimas películas) y evita calcar su personalidad en algún personaje para que nos sea mas digerible su ausencia en pantalla (aunque Collin Farrell balbucee o que mencione que toca la trompeta no alcanza para calificar).
Gran director de actores, las elogiadas actuaciones de los protagonistas son monocordes y convincentes, especialmente en el caso de Farrell afecto a personajes extrovertidos y no a este disminuido hermano menor de familia. Quizás el valor real de Allen es la elección del cast y el haber hecho actuar convincentemente al nombrado Collin.
La verdadera clase de actuación con carácter la da el veterano inglés Tom Wilkinson (el que se hiciera famoso desvistiéndose en The Full Monty) en un secundario que es un eje virtual de la película.
Los diálogos son el fuerte del director y aunque perezosos no desentonan. La vuelta final previsible no es sorpresa si recordamos el truco eficaz por temática y resolución de Match Point. Siendo fan del director ya no pido excelencia o ni siquiera que llegue a sus puntos máximos como artista. Por eso Cassandra’s Dreams me resulta una buena película "Woody Allen".
Y todavía se da el lujo de que sigamos unos minutos más luego de la proyección pensando en el dilema moral planteado. Y eso ya es mucho en el cine de hoy.