

Por eso valoro el disfrute que sentí al conocer a este tal Prince Hamed. Para colmo inglés, pero el arte no tiene bandera. Este pequeño hombre sí que era un artista del ring sin dejar de ser una máquina de pegar pero con un estilo propio, pocas veces visto. Ni Alí ni Sugar Ray llegaron a este punto de espetáculo propuesto por él.

Su desparpajo lo hacía un bailarín con la cadera rota y espalda de mimbre. Algo extraño y atractivo de ver apoyado en una condición física insuperable. Otra cosa espectacular era su entrada al recinto como si fuera un show exclusivo, sin tener en cuenta al rival de enfrente (en verdad si, pero para intimidarlo aún más). Eso incluía luces, música de boliche o rock, danza frenética y coreografía con chicas. Su entrada al ring saltando las sogas era tan variada como antológica.

Hablando de box, los molía a golpes danzandole en la cara, los humillaba con carisma todo con sonrisa provocadora cargada de ego. Por eso eran tantos los que lo querían como los que lo odiaban. Le guste a quien le guste un distinto, un "creador".
En los papeles fue campeón varias veces (peso pluma de la CMB, FIB y OMB). Se le reprochaba que los rivales no eran importantes hasta que llegó Kevin Kelley, el campeón estadounidense y donde realizaron una pelea espectacular donde cayeron ambos varias veces.
Hacia el final de su carrera

GENIO Y FIGURA
Su egocentrismo no tenía límites. Grabó cds de música rap y coqueteó con la actuación en TV. Se lo siguió criticando y ningún comentarista serio (es decir anticuado) lo quería: "Eso no era box" era la muletilla.

37 peleas, 36 ganadas (31 nocauts). Durante todo ese tiempo en el que reinó Prince Naseem Hamed, llegué a pensar que me había equivocado y que el boxeo tenía algo de arte. Hoy sin él, ya no pienso lo mismo...