Me gusta de Fito que además de ser uno de los grandes músicos argentinos tiene esa lucidez que raya en lo antipático. Sus opiniones sobre todo son acertadas pero como si lo hiciera con un bisturí a veces incómodo.
Dejo un extracto de su próximo libro de ensayos porque además lo hace todo (música, cine, letras) y en general, lo hace bien.
ELOGIO DE LA MUSICA
Por Fito Páez
Amo
la música. Sé de su profundo poder sobre las personas. De los que la
inventamos, la interpretamos y la escuchamos. De los efectos positivos
de la musicoterapia en la recuperación y sanación en pacientes de todo
tipo, de la fuente de acompañamiento que representa en infinidad de
personas desde tiempos inmemoriales, de la profunda alegría que
despierta en los cuerpos y en los espíritus.
La música sí que libera. A
menos que te hayas olvidado que sos una persona irrepetible, hay que
saber que la música viene a recordártelo todo el tiempo. Aquí su
carácter único y desalienante. De la misma manera que cuando se nombra
que si hace mal no es amor, podemos afirmar que cuando hace mal, no es
música. Lo que sale intoxicado de los parlantes va a la aire. En el aire
se mueve la energía. Energía muchas veces intoxicada de desidia y
desamor por la música. Que daña. Lo desnaturalizado de la creación
amorosa nunca hace bien.
La música incluso en sus momentos alegóricos,
tristes o de extrañamiento de nuestra existencia posee el don de la
liberación de esos sentimientos a través del llanto o alguna emoción
profunda que termina por exorcizarlos o manifestarlos de una u otra
manera.
La música es positiva. Ayuda, acompaña, enseña, cura y transforma. Es
una materia mística y alquímica por fuera de sus perfectas formas
matemáticas. Ayuda al baile. Le da ritmo a la poesía y a la prosa.
Armoniza los colores de los artistas plásticos. Le da sensualidad a la
escultura. Templa la mirada. Enrarece el confort.
Este elogio de la música tiene una finalidad poética. Restauradora.
La música como arma contra todos los males de este mundo.
Cruces de gin en sal