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martes, 22 de octubre de 2024

La cura del maradonismo

 




         Relato que tanto me hubiese gustado escribir porque me representa en un 100%, realizado por Fernando, periodista del diario Página 12 donde habla de la dicotomía propia de los argentinos en torno a Messi/Maradona.

         Texto poético, con humor y sentimiento de un "dieguista" (como corresponde a todo hombre mayor), decía que solo un argentino lo podría entender pero me olvido de los napolitanos, que son aún, más fanáticos que nosotros. Para amantes de Maradona, Messi y el fútbol argentino. Disfruten.



    Por Fernando Tranfo
     17 de octubre de 2024 - Diario Página 12



          Una sola cosa no le perdono a Maradona, entre tantas, inagotables otras que le agradezco eternamente: que ‘por su culpa’ no he podido amar a Messi. No he podido. Nada, ni un poquito, ni un rato, ni una jugada. Un verdadero escándalo para alguien como yo, que se dice amante de la belleza. La monogamia y el monoteísmo me imponían con furia medieval una fidelidad que no aceptaba nada que no sea un amor exclusivo, posesivo, demandante.


Nada. Ni poliamor, ni una cañita al aire. Ni politeísmo, ni ecumenismo. Fue retirarse Maradona e iniciar una viudez típica de mi abuela italiana, ese duelo que impedía sonreír o llorar ante todo lo que no fuera la foto o la tumba del marido ausente.


          No he podido ‘ver’a Messi. Lo he intentado, procuré dejarme fluir ante la evidencia de su genio, pero no pude. Para colmo, tengo amigos que dicen amar con igual ardor a Diego y a Lío. Me emociona, realmente, ver a gente que hace la estatua de Lío sin fundir la de Diego. Me parece, de hecho, un acto de justicia poética y deportiva esa bandera con el rostro de ambos flameando en las canchas. Pero… Ah, yo ni siquiera podía, como me sugería mi joven amigo Mati Marongo, “querer a Messi, con la foto de Diego en la mesita de luz”.




          Nunca he estado cómodo con mi ceguera. La he vivido como un verdadero drama, como una especie de hemiplejia futbolera. He padecido esa obsesión, toda vez que alguien aludía a Lío, de escuchar la parásita frase: “No, pero el Diego…”. Por eso, a diferencia de casi todos los pertenecientes a la comunidad maradoniana, yo he procurado entender la devoción ‘messiánica’; he intentado, ya que no la empatía, al menos una especie de tregua racional ante los sentimientos de los fanáticos de Lionel. Pero… no hace tanto, en un asado... tres de la mañana, ríos de vino, risotadas desenfrenadas, párpados derrotados, abrazos yuxtapuestos… y alguno de golpe inició la detonación de un destino:


         -Y ahora que Messi levantó la copa, ¿qué vas a decir? –me interpeló uno, que no era tan amigo como para inquirirme de ese modo.

          Tomé aire, mucho aire; pero, claro, antes había tomado mucho vino. Preferí, no obstante, la reflexión conciliatoria:

          ¿Qué voy a decir? Que estoy feliz, que por fin abracé a mis hijos sin joderlos con mi melancolía ‘ochentiseisca’, que creo que Messi campeón del mundo es uno de los actos de justicia deportiva más grande de todos los tiempos…

           Entonces ese bobo al que Messi le preguntaría “¿Qué mirás?” dijo lo que jamás hay que decir cuando hay en una misma mesa maradonianos, vino y cuchillos.


           Es el acto de justicia más grande de todos los tiempos, porque se hizo justicia con el más grande de todos los tiempos…

          Ahora no tomé aire; tomé más vino. Mucho vino, y dije:


           Aún debajo de esa cara de mamerto que tenés, que aniquila cualquier fisonomía, se nota que rondás los cincuenta años. Y nadie, en Argentina, con tu edad, puede decir que alguien es mejor que Diego. Eso lo puede decir un nene, un adolescente o un catalán… un cincuentón como vos no lo puede decir. Bueno, ya lo dijiste, lo que quiero que quede claro es que no voy a permitir delante de mí, en un asado, en Argentina, que alguien lo diga…


          El devoto de Lío acercó su cara a la mía y escaló el conflicto: ¿Y quién me lo va a impedir? –preguntó, retóricamente. Dicen los que estaban allí que mi cara se transformó, que tomé un cuchillo, le di uno a él y, como Dahlmann, salí a la calle. Dicen que hubo bravuconadas de patio de escuela, pero con cuchillos flameando. Vuelto de ese oprobio, decidí tomar una decisión que venía meditando hacía un tiempo: ‘curarme’, no de mi amor a Diego, pero sí de su aspecto nocivo; el que no me permite querer al genio rosarino.


          Pensé: si terapias cognitivo-conductuales pueden torcer destinos de hierro como las adicciones o las fobias; ¿por qué no podría yo abolir ese maradonismo que me privaba de un disfrute sublime? Un amigo me dijo que en el barrio atendía un psiquiatra que había logrado que su tío aracnofóbico jugara con las tarántulas como si fueran un perro. Hacia él fui, pues, con la paradojal esperanza de los desesperados.


          Todo lo que las sesiones fueron revelando era de una lucidez y una eficacia que rápidamente abortó mi indómita desconfianza en las clásicas terapias freudianas. Nada buchonear a nuestra madre; primero, programación lingüística: el hombre me pidió que, toda vez que una frase viniera a alojarse en modo obsesivo en mi mente la reformulara. Así, las clásicas “No, pero el Diego…”, “En la época del Diego…”, “El gol a los ingleses…”; rápidamente fueron suplidas por “Cada época tiene su genio…”, “Los Maradona, los Messi…”. Superada esta primera barrera apareció otra, ardua, que encaré con optimismo: el doctor me pidió que evitara por un tiempo –hasta que él lo indicara- ver videos de Diego. No fue fácil la abstinencia, pero en un par de semanas superé la prueba. Entonces… uf, qué desafío: debía, cuando asistía a una discusión entre maradonianos y messiánicos, ponerme del lado de estos últimos, tratando de elaborar argumentos que fortalecieran su devoción. Examen superado. Los meses pasaban y hasta yo mismo me sorprendía de mis logros; una noche, de hecho… ¡soñé con Messi! Me levanté llorando de emoción. Un domingo a la tarde, estando solo, me puse a ver videos de Lío; terminé yendo al otro día a comprar unos stickers suyos y los pegué en la heladera, al lado –geométrica y simbólicamente- del de Diego en México.


         Estaba, por fin, saliendo de la peor soledad: la de quien no puede estar alegre donde todos lo están. Estaba, ya con Diego en el más allá, permitiéndome una noche de amor de viudo en plan de resetear su vida afectiva.


          Una tarde, releyendo la Divina comedia, no me indigné cuando Dante afirma la superioridad de Aristóteles sobre el resto de los filósofos, relegando a Platón. Esa noche soñé que Dante me decía: “El verdadero genio no es aquel que permite decir de él que es el mejor de todos; sino aquel que impide que se diga que puede haber alguien mejor que él”. La cura estaba, al fin, por formalizarse.


          Pero faltaba la última prueba. Anoche un grupo de fanáticos de Messi me invitó a una reunión devocional. No sólo me convocaron para que sea ‘uno de ellos’, sino que, en medio de la noche… ¡me pidieron que yo cerrara el evento dando un discurso! Tomé la palabra con una emoción que sólo me producía pensar en Diego. Superé las culpas de ultratumba y dije:


          “Como ustedes saben, hace algún tiempo decidí librar una batalla contra un aspecto de mí que me ha hecho mucho mal: ese amor a Diego que me ha llevado, injustamente, a malquerer a Lionel. Él jamás mereció esto, y tuvo que cargar, ya que del ‘messías’ se trata, con esa cruz tan dolorosa e infame. Yo formé parte de esa caravana insólita, absurda, que creyó que la única manera de amar a Diego era no amar a Lionel. Yo era, ustedes saben, ese bravucón que en un asado no deja que nadie hable bien de Messi. Es realmente maravilloso que hayan tenido este gesto conmigo, que hayan preferido que fuera yo quien hablara y no, con todo derecho, uno de ustedes; tal vez porque, sencillamente, yo ahora soy uno de ustedes.

          Por cierto, si yo fuese ahora el que era hace algunos meses estaría, ante un grupo de fieles a Lío, desplegando mis argumentos ‘anti’: que la actuación de Diego en el 86’ es incomparable, que su segundo gol a Inglaterra es el más grande acontecimiento de la historia del fútbol y de la historia argentina; que Diego brilló en equipos mediocres; que pudo ser el más grande futbolista siendo un deportista desastroso; que la belleza de su arte prescinde de la mera cantidad; que jamás lo escuché, ante un pregunta incómoda, contestar “Yo de eso prefiero no opinar”…

          Estas cosas, seguramente, hubiera dicho yo hace unos meses ante un auditorio como ustedes. Y ahora estoy acá, para decirles –de pronto vi un cartel detrás de la multitud que pontificaba: “Messi: el más grande de la historia”-… Para decirles que todo lo que acabo decir lo sigo pensando y que ustedes, si creen que Messi fue el mejor de la historia… la tienen adentro”.







     Lionel Messi vs Diego Maradona ● Similar Goals Compilation




miércoles, 4 de agosto de 2021

El cielo de los peronistas - Cuento




          Cuento de Pablo Torres de la web Hel-echo maldito del 2018 que reproduzco enterito en el blog de puro gusto. Representa el sentir peronista con todo su desfile de personajes icónicos. Muy extenso para los estándares de lectura de un blog pero quiero "tenerlo" por su genialidad. Y además de lectura argentina porque se pierden muchas referencias sino. ¡Perdonen blogueros!

          PD: Se aconseja acompañar su lectura descalzo, escuchando a Los Redondos y comiéndose un rico choripán.


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lunes, 21 de diciembre de 2020

Yo y mi otro yo - Cuento



     
 
          Encuentro en algún lugar de Barracas, punto intermedio entre los barrios de La Boca y Parque Patricios. 


 
     - Hola, me llamo José Luis y venía a...


     - Ya sé quién sos, si también soy vos. Sentate y arreglemos esto de una vez por todas.


     - Bueno, te cuento. Soy de Boca desde niño, por los colores. Imaginate el sentimiento que mi viejo que era fanático "cuervo" no pudo hacer nada. Y si dicen que el llanto por un equipo marca la pertenencia yo lo hice cuando Palermo le hizo ese gol a River 
en la Copa Libertadores, el de "las muletas" ¿te acordás?.

     - Sí, un grande El Loco. Ojo que yo soy del Globo desde que tendría unos 12 o 13 años, era muy chico también. Y si hablamos de llanto lo mío es más importante porque casi siempre fueron por sufrimiento. Me pasó con el ascenso el día de la emoción del turco Mohamed en Mendoza y también lloré de tristeza cuando nos robaron ese campeonato en la famosa final contra Vélez. Fueron dos veces eh.


     - Me hacés acordar que yo sufrí mucho cuando perdimos por penales esa final con Newell's. Recuerdo todavía a Walter Pico con su desastroso último penal por arriba del travesaño. Pero no sé si lloré.


     - Bueno ¿Entonces por cual nos definimos? Porque contando las alegrías y tragedias no creo que hagamos la diferencia... 


     - Que querés que te diga. Somos de corazón grande y por eso podemos ser de dos equipos. 
Además entre nosotros está todo bien e incluso hay simpatía entre nuestros clubes. No hay tantos casos así. Somos de zona sur, de barrios identificados con el equipo, queremos a Maradona. Hasta la calle  Brandsen donde esta la cancha de Boca en su extensión se convierte en Amancio Alcorta donde esta la cancha de Huracán, que más querés...

     - Sí ya sé, que se dejen de joder los demás entonces. No le demos más bola a la gilada y sigamos con nuestro sentimiento conjunto.

     - Ni hablar, tomemos algo dale y charlemos un rato de Miguelito Brindisi.

     - Ok. Pero no mires hacia la puerta porque hay otro de nosotros vestido con la camiseta de la selección Argentina mirando hacia dentro del bar, seguro buscándonos... 


Miguel Brindisi, ídolo bostero / quemero.


domingo, 28 de octubre de 2018

Los cuatro fantásticos





          No va de superhéroes la cosa sino de literatura. Mis cuatro fantásticos surgen por mi fascinación por el cuento -en lo posible breve-, como golpe a la mandíbula por intensidad y finales sorpresivos (aunque me gustan los abiertos también y mucho). Al pensar en mis favoritos los nombres surgen naturales, solitarios y únicos, sin dudas.



          De chico quizá leí alguna novela pero podría decir que me aburren. Sé que es un preconcepto y un error personal pero los gustos son así y no tiene que ver con lo extenso, si disfruto mucho de Stephen King que hasta podría ser el quinto en esta lista imaginaria. Lo bueno en todo caso es bueno en cualquier formato.




          Por orden de aparición, esos cuatro jinetes del apocalípsis serían: Julio Verne, Edgar Allan Poe, Franz Kafka y Julio Cortázar. Todos nombres cortos, potentes, que me despiertan pasión apenas los leo. Todos tienen aunque sea una entrada en este blog. Quisiera haber leído las obras completas de todos ellos pero todavía ni cerca estoy. ¿Con tanto para leer se justifica esa obsesión? Claro que sí, son mis maestros.




          Creo que a todos los une una línea invisible entre la realidad y lo fantástico y eso debe ser lo que me gusta de ellos mas allá de su maestría con las letras y no tanto por el género en sí. Alguno me preguntará por Borges y lo dejaré para una profunda vejez, como el gusto por el tango que ya está siendo incipiente en mí.


domingo, 2 de septiembre de 2018

Los relojes y Julio Cortázar

          Me encantan los relojes dentro de la casa, quiero uno en la pieza, otro en la cocina y uno en el comedor (todos con la estética correspondiente en cada caso). Pero eso no soluciona mi inconstancia con el tiempo ya que suelo llegar tarde a todos lados (aunque hoy en menor medida que antes. Algo es algo).

          Los relojes de muñeca también me parecen hermosos y tuve varios pero no me duran nada puestos. Incomodidad, el quitarlo para bañarme y que no se moje, un olvido en la mesita de luz, cualquier cosa sirvió de excusa para sacármelo y no volver a usarlo. No sé el por qué pero sucede. Muy parecido al no usar paraguas por olvidarlo en cualquier lugar y momento posible.

     Julio (¿que Julio va a ser?), nos decía algo parecido en uno de esos mini cuentos costumbristas y surrealistas que tan bien le salían y que tanto les gustaba hacer.








   Instrucciones para dar cuerda a un reloj
       Por Julio Cortázar

           Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo.

          Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.

          Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico.  Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes.

          No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj



jueves, 16 de agosto de 2018

Cinco elementos (Relatos Jueveros)






            Un violinista se inspira observando un atardecer bello con sus hojas de otoño crujientes mientras mas acá, en una vieja casa, un angelito sueña conque hoy, justo hoy, se produzca el milagro con esa banda de sonido.



Más y mejores relatos
en el blog de Neogéminis...

jueves, 2 de agosto de 2018

Círculo mágico y misterioso (Relatos jueveros)





          El momento había llegado, no pude dormir en días. Hasta este bar escondido llegué para entrevistarlos. Hervía de los nervios. El ruido de la puerta y los dos metros de Julio entrando asustan. Su andar lento tampoco ayuda como para no causar más impresión. Apenas sentarse pidió permiso para fumar su pipa cuando entra Luis de forma entusiasta saludando con simpleza y diciendo:

          -¡Saquen esa radio y pongan jazz! sabiendo del gusto afín con el literato.

          Último en llegar y de forma ruidosa, Leonardo puso el buen humor. Sentándose con el respaldo hacia adelante pidió si alguno se podía hacer unos buenos mates. El mejor parecido de los tres a pesar de esos pañuelos eternos ocultando un mal injerto capilar. Julio y Luis tienen cuerpos alargados como robots humanoides. Incluso sus rostros son metafísicos, irreales. Separados por una mesa mis tres máximos exponentes argentinos. Aunque Cortázar nació en Bélgica, Favio en un pueblito de mala muerte de Mendoza y Luis Alberto Spinetta en su Belgrano de clase media alta, el argentinismo rebosa pasión.

          Ordenando papeles y ocultando nervios, no sabía para donde iría la charla pero si tenía en claro lo que no tenía que preguntar. Luis todavía seguía molesto porque Favio hizo famoso primero y transformó su Tema de Pototo en Para saber lo que es la soledad. La política era otro tabú debido al antiperonismo de Julio y en cuanto Favio era “casi” el mismo Perón. El Flaco era un caso extraño de militante peronista que apoyó a Alfonsín y luego a Kirchner.

     Todo me hizo pensar en que se parecían un escritor, un cineasta y un músico además de la apariencia siempre juvenil. Los grandes hombres al igual que las cosas bellas siempre tienen algo en común dijo una vez Truffaut. Entonces hilé que los cuentos de Cortázar pasaron al cine, que el director de cine cantaba y el músico hizo bandas sonoras de películas. Incluso sus últimas obras tienen una cierta conexión. La película de Leonardo es solo musical como le gusta a Luis, el disco de éste fue con una gran impronta jazzera como le gusta a Julio y su último libro es el mas político y hasta defendiendo los mismos valores que pregonó siempre Leonardo. Los tres conformaban un círculo mágico y misterioso de libertad, valores y gusto estético en partes iguales.

          Mientras escuchaba el murmullo donde Fellini era el punto en común, me sentí un privilegiado. Me acomodé en la silla, prendí el grabador, tragué saliva y me animé a decir con una gran sonrisa:    

      -Buenas tardes gente, comencemos…



Más y mejores relatos
en el blog
Lazos y Raíces 



jueves, 17 de noviembre de 2016

"Paraíso" - Cuento




         
Paraíso


          El silbato del guarda me dió el alerta. Corrí y entré un segundo antes de que se cerraran las puertas de un chicotazo. Era el último de la noche y no podía darme el lujo de perderlo. Esa entrada desesperada hizo que toda la gente me mire como a un bicho raro. Preferí entonces caminar hacia el otro vagón que parecía vacío y volver a ser anónimo. Pero apenas entré la vi. Como no verla. Si afuera era todo oscuridad desde las ventanas, adentro ella brindaba una luz casi celestial.

          Venciendo mi timidez gracias a la soledad y a su distracción, me senté frente a ella para admirarla con detalle. Sus piernas rítmicas gracias a unos enormes auriculares blancos que sobresalen sobre su pelo rojo fuego. Su agradable forma mezcla de niña y mujer, sus labios también rojos, toda ella prometía pasión. Lo podía ver, palpar, sentir, gozar como si todo esto no fuera un sueño.

          Junto al movimiento mántrico de las vías desparejas que me parecía música, nos imaginaba juntos caminando bajo el sol en una playa como si fuese una postal cursi, sin rumbo, de la mano y riéndonos por nada. Luego la convivencia agradable, el aprender juntos a ser una pareja, la llegada de una hija que podríamos llamar por que no Lolita, el envejecer con cuidados. Intuía que valía la pena.

          La fuerza de mi pensamiento hizo que ella levantara la cabeza, encontrara mi mirada y me dedicara una sonrisa pequeña, leve, abrasadora en todos los sentidos posibles, tanto de arroparme como quemarme a la vez.

          Un instante, un estallido enorme.  El tren comienza a retorcerse desde el frente hacia nosotros con velocidad y hasta se huele el metal crujiendo. Un infierno. Pero nada hizo que nos dejemos de mirar extasiados, ajenos a todo. Si ya estábamos en el paraíso...


domingo, 28 de febrero de 2016

Naranja




          Debía cruzar, tenía que hacerlo si quería sobrevivir. Nadie lo había logrado nunca. Pero era mejor arriesgarse y el momento es ahora, ya. Me acordé de la frase de uno de los amigos en esa espera tediosa y que desesperante decía eso de que, plagiando a Cobain, "es mejor arder que apagarse lentamente".

          Cuando me decidí me incorporé veloz y al hacerlo, ese paisaje de tamaña belleza que se descubrió ante mí me paralizó, no pude dar ni un solo paso.

          Cerré los ojos, complacido y sentí una felicidad plena...





viernes, 29 de agosto de 2014

Carol Dunlop sobre la fotografía





          Para finalizar con los recuerdos de Julio, por que no hacerlo con uno de su gran amor, Carol, hablándonos de un cuento y de la fotografía en sí.


          Pasa un ángel. Fafner bajo los árboles. Una cuerda de secar tendida y bien llena. A lo lejos, una aldea cuyo 
campanario parece vacilar en la bruma de la tarde. De este lado una mesa en la que hay máquinas de escribir, libros, papeles, estilográficas, tazas de café. La tarde avanza, no avanza.

          Sin saber por qué, la luz me recuerda la existencia de un comienzo de cuento borroneado en el curso de una conferencia en Poitiers, y que debería estar todavía en mi bolso. Sorpresa al releerlo, después de haber pasado buena parte de la tarde reflexionando sobre la fotografía, manera de ver, modo de ver, de forzar el desgarramiento de una realidad con frecuencia demasiado superficial y quizá incluso engañosa, si la mirada no es más que un vistazo negligente y pasajero:


             Se trataba del ángel de Poitiers, auténtica criatura de la luz. Todavía no estoy segura de que aquellos que estaban conmigo en el restaurante lo hayan visto realmente. Sólo la fotografía, acaso, y yo no llevaba mi cámara, hubiera podido darlo a ver como lo vi. 

          ¿De qué manera se opera esa transformación, ese pasaje del poder subjetivo del ojo a lo que es fotografiado? No se trata solamente de una cuestión de técnica sino, para empezar, de saber ver, y luego de impregnar con la misma mirada la «realidad» objetiva.

          Así como la literatura no puede explicarse por el simple manejo de las palabras —puesto que por lo menos en las sociedades que llaman desarrolladas toda la población adulta dispone de «técnicas» de la lengua escrita—, tampoco puede explicarse el atractivo y la magia de la fotografía por los conocimientos técnicos.

          En el fondo, ¿no participan el fotógrafo y el escritor de un mismo proceso, sólo que utilizan útiles diferentes? Pero la transformación de la historia del ángel —hacerlo pasar de la foto que no fue tomada a la ficción escrita— llevaría todavía tiempo.



martes, 26 de agosto de 2014

Cortázar, su centenario, Chaplin y la muerte






         Como no aprovechar el centenario del nacimiento de Cortázar para recordarlo. El señalador que dejé dentro de uno de sus libros me marcó un breve relato que no conocía y veo que no fue casualidad, viniendo de él mas bien fue una causalidad por la fecha.

          Habla en él con esa sencillez aparente, tan difícil de lograr, de que vamos muriendo de a poco con otras muertes. Uno piensa en las mas comunes familiares pero él se refiere a esos personajes que adoptamos como propios. Hasta su nombre podría estar en un lugar preferencial dentro de los nombres que él mismo da en el relato.

          Su ejemplo final me toca y me hace estar aún mas cerca (si eso es posible) de este encantador virginiano.





          "Más allá de los cincuenta años empezamos a morirnos poco a poco en otras muertes. Los grandes magos, los chamanes de la juventud parten sucesivamente. A veces ya no pensábamos tanto en ellos, se habían quedado atrás en la historia; other voices, other rooms nos reclamaban. De alguna manera estaban siempre allí, pero como los cuadros que ya no se miran como al principio, los poemas que sólo perfuman vagamente la memoria.

          Entonces -cada cual tendrá sus sombras queridas, sus grandes intercesores- llega el día en que el primero de ellos invade horriblemente los diarios y la radio. Tal vez tardaremos en darnos cuenta de que también nuestra muerte ha empezado ese día; yo sí lo supe la noche en que en mitad de una cena alguien aludió indiferente a una noticia de la televisión, en Milly-la-Forêt acababa de morir Jean Cocteau, un pedazo de mí también caía muerto sobre los manteles, entre las frases convencionales.

          Los otros han ido siguiendo, siempre del mismo modo, Louis Armstrong, Pablo Picasso, Stravinski, Duke Ellington, y anoche, mientras yo tosía en un hospital de La Habana, anoche en una voz de amigo que me traía hasta la cama el rumor del mundo de afuera, Charles Chaplin.

          Saldré de este hospital. Saldré curado, eso es seguro, pero por sexta vez un poco menos vivo."



Así de "grande" era Cortázar...


"En cada escuela latinoamericana
debería haber una gran foto de Buster Keaton 
y en las fiestas patrias el director
pasaría películas de Chaplin y de Keaton, 
para fomento de futuros cronopios”
Julio


martes, 5 de agosto de 2014

Cortázar y un motociclista




        "Mucho más tarde, aparto un ángulo de la cortina y miro por la ventanilla. 

     Como refugiado contra Fafner, que lo recibe de la manera más paternal posible, un joven motociclista de Berna duerme sobre su motocicleta, como una extraña criatura de otro mundo.

     Temeroso de la lluvia, ha convertido el plástico que lleva consigo en una gran 
burbuja que protege ahora la máquina y su conductor.

     Bajo una tenue luz que viene de 
lejos, tiene el aire de un ángel apenas formado, visión confusa a través del plástico transparente.


     No sabía si Marsella es una gran ciudad, ni a qué distancia se encuentra y 
nos explicó, un poco tímidamente, que no conoce a nadie en Marsella, con el mismo tono que usaría alguien que dijera: «No conozco a nadie en el mundo.»

     Pero ahora duerme, la 
cabeza apoyada en su saco de dormir, los pies sobre el manubrio, y su rostro de adolescente 
está iluminado por una sonrisa apacible."


Extraído de
"Los autonautas de la cosmopista" 
(Julio Cortázar y Carol Dunlop, 
1983) 

jueves, 17 de abril de 2014

Mi encuentro con Mara Laira







          No quiero que algunos de sus fans se pongan celosos pero... yo conocí a Mara. A esa atractiva chica virtual que es hoy un gran recuerdo para mí. Ese día estaba nervioso, muy, no lo puedo negar. Había llegado temprano para no desentonar en una primera cita y porque el lugar era lejos, nunca había estado antes en Hurlingham. 

          Pero valía la pena ¡iba a conocer a Mara Laira! la mujer famosa de los blogs y tenía mucha expectativa. Había ganado esta cita por medio de un programa de radio y no la iba a desaprovechar. 

           Luego de esperar un rato, llegó. Era lo que esperaba. Morocha, elegante, mas alta que yo incluso por los tacos. La mezcla ideal y exacta entre Calu Rivero y chica de barrio. Conversamos trivialidades al comienzo como para romper el hielo hasta que un llamado arruinó el clima, era de su creador, el llamado Demiurgo que quería saber donde estaba y reafirmar su actitud paternal. 

          Ella fue sutil y expeditiva, lo dejó tranquilo solo para que no moleste mas en toda la noche. Luego de un rato entre risas, fuimos a un bar lindero con la estación de tren y cuando vimos que el vino comenzó a hacerse sentir en el cuerpo, nos fuimos rápido en la moto.

     ¿Dónde? Eso, la verdad, no lo recuerdo bien. Un hombre en general pierde la memoria en estos casos...



Relato para el blog del Demiurgo y 
para los escritos del aporte juevero.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Cortázar, Carol y la autopista del sur





    El último gran amor de Julio fue Carol Dunlop, escritora  y fotógrafa canadiense que conoció en Montreal en el año 1977, en una fiesta luego de dar sus típicas conferencias sobre latinoamérica y su situación social y literaria. El amor superó los 65 años de él y los 31 de ella. Pero esa, no es la anécdota...

          Unos cuatro años después, en Mayo de 1982 y luego de un mes de casados, decidieron hacer un viaje lúdico en la autopista que unía París con Marsella, solo para hacer luego un libro escrito por ambos sobre la experiencia. 




          Las reglas eran que no podían salir de la autopista hasta visitar las 70 estaciones de servicio (parkings) que separaban esas ciudades, visitando 2 por día con la nueva camioneta (una vieja Volkswagen casi destartalada) adquirida para el evento. Es decir que durante 33 días, vivieron en dicha autopista solo escribiendo, leyendo, dibujando o durmiendo la siesta bajo los árboles. 



     "Ya hemos vivido en diez parkings y del décimo te escribo.

         La moral es alta, la salud también, en la mayoría de los casos encontramos lugares secretos en el fondo de las arboledas que los otros turistas, siempre convencionales, parecen temer, pues se quedan amontonados cerca de los baños y los tachos de basura, ansiosos de devorar sus malos sándwichs, soltar cinco minutos a los niños y los perros (que, ellos sí, suelen venir a visitarnos como cómplices furtivos y cordiales), y al igual que los camiones y los autocars, lanzarse de nuevo a la autopista como leucocitos en una vena."




          La única "trampa" que se permitieron fue que algunos amigos les podían alcanzar en algún punto establecido de antemano, provisiones como para "variar" la dieta que era casi siempre la misma.  Querían descubrir según ellos, lo que los turistas obviaban por su apresuramiento y sino tan solo, encontrar nuevos temas para futuros cuentos. 800 kilómetros en algo mas de un mes.

           Lo que no sabían ellos es que ese paseo entre infantil y romántico, iba a ser casi el viaje de despedida. Ella fallece unos pocos meses después por culpa de la leucemia.




        "A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato.

         Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir, como acaso hemos llegado a mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista".



           Luego él, deprimido y ya sin fuerzas por este hecho, logra publicar Los autonautas de la cosmopista antes de morir, también de leucemia, en 1984 y ser enterrado junto a Carol, como era su último deseo.




     "La muerte me ha golpeado en lo que más amaba y no he sido capaz de levantarme y devolverle el golpe con el mero acto de volver a vivir.

        Hay momentos en que lo único que tiene realidad para mí es la tumba de Carol, donde voy a ver pasar las nubes y el tiempo sin ánimos para nada más".



           La anécdota final es que ambos sabían que el otro estaba enfermo, pero por el amor que se tenían y el cuidado mutuo, no se lo dijeron nunca el uno al otro...


martes, 19 de marzo de 2013

Otro cuento de Woody Allen



Me hace reír mucho Woody Allen, me gusta su estilo de humor. Todas sus películas, algunas mas otras menos, me gustan. Y sus escritos aunque erráticos o muy volados, también.

Vamos con otro cuento corto de su autoría entonces...



lunes, 18 de febrero de 2013

La Lluvia





           "La lluvia continuaba. Era una lluvia dura, una lluvia constante, una lluvia minuciosa y opresiva. Era un chisporroteo, una catarata, un latigazo en los ojos, una resaca con los tobillos. Era una lluvia que ahogaba todas las lluvias, y hasta el recuerdo de las otras lluvias.

          Caía a golpes, en toneladas entraba como hachazos en la selva y seccionaba los árboles y cortaba las hierbas y horadaba los suelos y deshacía las zarzas. Encogía las manos de los hombres hasta convertirlas en arrugadas manos de mono. Era una lluvia sólida y vidriosa, y no dejaba de caer."
Ray Bradbury,
"La Lluvia"

de El Hombre Ilustrado



          La lluvia, la maldita lluvia. La frase de arriba es el inicio de uno de los relatos de Bradbury, de uno de sus míticos libros de cuentos, en el que supo transmitir la sensación que tenemos todos los que odiamos este factor climático. Es más, en el cuento, la lluvia es el villano de la película.


            Mas allá de mis razones (no es la primera vez que escribo contra ella), sigo sin entender a los que ponderan su belleza y utilidad.
 Yo no le encuentro (casi) ninguna virtud.  

           Y para pesar de lo románticos, no somos pocos la que la odiamos. ¿No es cierto gente?





"La enfermedad y los desastres van y vienen como la lluvia, pero la salud es como el sol que ilumina el pueblo entero." 
Proverbio Africano 



"El amor consuela como el resplandor del sol después de la lluvia"
William Shakespeare