Lo que me sucedió es digno de mencionar por lo que pudo haber sido y no fue. Salí de mi casa para ir a trabajar, día de lluvia intensa y yo sin paraguas (¿por qué los hombres odiamos llevar algo en las manos?). Fui a la parada que está a metros de mi puerta y estaba llena de gente esperando con pilotos y paraguas. Me guarecí bajo el techo de una tienda de ropa femenina a esperar por el colectivo 93. En eso llega la dueña a abrir el negocio y correr las puertas de hierro que protegen. Me sentí incómodo de obstruir su labor (aunque no interfería en nada con ello) y decidí correrme hacia el local contiguo que no tenía techo, apenas una marquesina que no me resguardaba de la lluvia.
A solo 5 segundos de mi acción escucho un gran ruido, de esos que te provocan el gesto instintivo de levantar los hombros y bajar la cabeza. A la chica que estaba abriendo se le cayó por impericia un caño de hierro que sujeta las dos hojas de la puerta y que me hubiese caído justo en la cabeza de estar donde estaba. Después del susto observo la mirada cómplice de un hombre en la parada que moviendo su cabeza y sin hablarme me estaba diciendo: "De lo que te salvaste flaco".
Pensando en las probables consecuencias (golpe, lastimadura, desmayo), reflexione en que si todo eso fue obra del destino que ya marcaba que no me debía suceder o si al revés yo lo corregí haciendo lo que hice.
Destino, casualidad o causalidad. Quien sabe...
ERICA GARCIA - VETE DESTINO