Siendo niño estaba con mi mamá en un bar porque ella quería hablar por teléfono (sí, antes se iba a los bares a hablar por teléfono público y el dueño del local te cobraba por la llamada). Mientras ella lo realizaba yo le pedía una porción de papas fritas.
Luego de un rato de insistir me puse pesado y empece a hacer mi numerito completo de cuando quería lograr algo: queja, zapateo, grito con proximidad de llanto. Al lado nuestro mirándonos estaba un señor apoyado en la barra, viendo como me retaban feo. Le dijo a mi mamá de forma amable que no se preocupara, que él me las compraba y se las pidió al hombre detrás del mostrador.
Platito, papas crocantes, me obligan a darle las gracias al señor y salida. Al caminar ya satisfecho mi mamá me comenta que además del papelón que le hice pasar, era un actor conocido el que me había hecho el favor. Por esas cosas extrañas de los recuerdos nunca olvidé ese nombre ni la experiencia. Un grande Osvaldo Miranda.
Platito, papas crocantes, me obligan a darle las gracias al señor y salida. Al caminar ya satisfecho mi mamá me comenta que además del papelón que le hice pasar, era un actor conocido el que me había hecho el favor. Por esas cosas extrañas de los recuerdos nunca olvidé ese nombre ni la experiencia. Un grande Osvaldo Miranda.
