Tuve la suerte de cruzarme con varios futbolistas que admiraba. Saludé de niño a Roberto Mouzo en el hall de la Bombonera viéndolo bajar de la escalera como un superhéroe. Vi a Navarro Montoya observando la vidriera del local donde trabajaba. Fui feliz el día que charlé y me saqué una foto con Gatti en la calle, luego lo veía seguido por el barrio.
Pero recuerdo con cariño cuando conocí a mi ídolo de la infancia que lo sentía propio ya que a nadie le gustaba mucho. Rústico y valiente, al poco tiempo se hizo muy querido por todo hincha de Boca que apreciara la garra y el esfuerzo físico.
Esa tarde esperaba en el local de vestimenta por clientes cuando lo veo entrar para cambiar un short que le habían regalado. Apenas lo vi dejé mi profesionalismo de lado y le conté lo que significaba para mí e incluso de que lo tenía en la carpeta del colegio con una foto que todavía recordaba, vestido de vikingo que demostraba su forma vehemente de jugar.
Tomó la anécdota con timidez y se sonrió por lo de la foto. Intercambiamos apenas otras palabras y me firmó un autógrafo con buena onda. Olvídense de los celulares para una foto porque en ese momento ni existían. Solo un instante pero un lindo recuerdo con El Quique (Ruso) Hrabina.
