Los fechas redondas dan lugar para el recuerdo y se cumplen 70 años desde que mi papá a sus 18 años llegó a Argentina desde España en barco. Escapando de la guerra civil, mi abuela rescató a su hijo menor y se vino sola con él.
Todo el que ve una foto suya se sorprende del parecido que tengo y a pesar de ello me considero muy distinto a él en casi todo. Después de la separación con mi mamá no lo vi más. Era muy chico para entender que no debía ser tan duro y su carácter parco no ayudó para un reencuentro que nunca sucedió.
Pero así y todo me reconozco en su ser futbolero, en su peinado para ocultar la calvicie, en lo mujeriego, en su libertad, en lo melómano. Y sin querer me enseñó muchas cosas también.
Compraré un buen vino tinto a tu salud Ramón.
PD: Gracias Nilda por brindarme esa página para tener este hermoso dato. A tu salud también.
Luego de escuchar la música de los padres queda hacerse un rumbo melómano propio. Lo que comenzó con Queen con la música en inglés no tenía parangón con el rock en español. El casete iniciático que me regaló mi prima de Piero no llegó a engancharme. Hasta que un día escuché a Los Abuelos de la nada y sucedió.
Tengo un recuerdo presente en el cuál escuché parte de Vasos y Besos (1983) por los parlantes en un carnaval callejero en Valentín Alsina como una confirmación de que no estaba errado con mi escucha radial, que "eso" era lo que tenía onda, lo que había que escuchar.
Los Abuelos era bicéfalo, la verborragia de su líder llamado precisamente Miguel Abuelo, un duende trrovador tan genial como impredecible y un joven y primerizo Andrés Calamaro aportando precisos hits a la causa. Ellos conformaron mi primer gusto por una banda argentina.
Mi amigo Martín me prestó un libro sobre Miguel y a las pocas hojas leídas ya sabía que le debía un homenaje solo por ese gran recuerdo. Un recuerdo con gusto e imborrable.
No es una película importante, ni muy exitosa y la protagoniza Nicolas Cage que era más motivo de burla que de elogio. Pero en este caso este joven Cage se desborda en pocos y breves momentos y se lo agradezco. Hombre de familia me encanta -literal- porque su visión de vida coincide con la mía, con el valor real del por qué vivirla con el disfrute de las pequeñas cosas. Y además vista hoy no le sobra ni una sola escena.
Contiene comedia, drama, romanticismo y hasta ciencia ficción. También es cursi, sentimental de más y con moraleja gigante, pero todo encaja de manera tan integral que lo valoro. En verdad me conmueve y eso es lo definitivo en mi recuerdo.
La nieve de Que bello es vivir, el cuento de navidad de Dickens, lamúsica de Danny Elfman. Hasta aparece Dios y es negro. No le falta nada para ser un clásico y 22 años después, la sigo disfrutando como el primer día.